A menudo me pregunto cómo sería el mundo si la estructura social a la que tan acostumbrados estamos, desapareciera. Si las personas desapareciéramos de la Tierra, ¿qué pasaría?… ¿cómo sería la vida?. Son cosas que habitualmente sólo se pueden ver en series de TV o películas, pero hay un lugar en Japón en el que algo así ocurrió. Hoy, hace justo 4 años de aquel terrible terremoto y tsunami que cambió la vida de tantas personas, y acabó con la de muchas otras. Un día terrible que es importante no olvidar, aunque sólo sea por respeto a los que ya no están, y también para los que todavía están y desafiaron al sentido común. En este artículo voy a hablar de Naoto Matsumura, también conocido en Japón como el último hombre de Fukushima.
Naoto Matsumura es un señor que ahora tiene 59 años y que en los últimos 4 años ha dedicado su vida a una sola tarea. Cuidar de los animales que quedaron abandonados cuando todo el mundo se fue de Tomioka, el pueblo en el que vive, sito a sólo 10 km de la malograda central nuclear Fukushima Dai-ichi.
Tomioka tenía unos 4500 habitantes, de los que sólo queda Matsumura san, conocido cariñosamente como Macchan. Se negó a ser evacuado cuando el desastre de la central nuclear ocurrió. Hoy en día, cuatro años después, sólo los antiguos residentes de esta ciudad, y no en todas sus zonas, pueden volver a la misma a recoger cosas pero obviamente nadie quiere quedarse por los elevados niveles de radioactividad que aún hay allí. Además, muchas infraestructuras quedaron muy dañadas por el terremoto y por el tsunami, y se han quedado así aunque ya hay planes para rehabilitar toda la zona mientras todavía no haya gente allí.
Mientras Macchan ha estado en el pueblo, se ha dedicado a cuidar de los animales de otros, y de los suyos propios. Tiene un perro y dos gatos, que llama Shiro y Sabi (algo así como blanco y oxidado, por sus colores blanco y marrón respectivamente).
Cuando un desastre como el terremoto y tsunami de aquel fatídico día de hace cuatro años ocurre y todo el mundo se va, los que más sufren son los animales. Perros, gatos, vacas, gallinas, cerdos… todos son abandonados a su suerte. Lo más habitual es que mueran por falta de alimentos, al no poder salir de sus lugares de confinamiento. Las vacas, si están fuera, tienen más posibilidades de sobrevivir.
Sin embargo, el valor de mercado de esa vaca es nulo, y por esa razón es mejor para ellas que las personas no vuelvan, porque cuando lo hagan, las sacrificarán. Al menos, en el caso de Tomioka, tienen a Matsumura san.
Cientos de animales están vivos hoy en día gracias a él. Después de todo el desastre de Fukushima me alegró mucho ver a alguien que, además de hacer frente a la radiación con todo el valor del mundo, dedicó su tiempo a salvar muchas otras vidas, de esas que no salen en las noticias pero que también sufren las consecuencias de los problemas de esa central nuclear.
Me gustaría conocerle algún día. Pero para hacerlo, tendría que ir allí, algo que ahora mismo no es posible. Lo único que le diría es que le admiro por ser tan valiente, y tan buena persona.
Las imágenes que ilustran este artículo proceden de las siguientes páginas: Ginjfo, El último hombre de Fukushima, inhabitat.com, Altermonde-sans-frontières y el Instagram de Marutaro.
Un señor.
Ejemplo de consecuencia.
Eso es lo que se puede llamar «ser humano». Pocos ejemplos mejores que lo de este hombre y, sin embargo, es una persona que vive en el anonimato… Me quito el sombrero ante usted, Naoto Matsumura.